
Es horrible no saber a qué atenerse, ¿no? Como cuando miras a la gente a los ojos y te gustaría saber qué piensan. Pero no puedes. Tú, pobre ratoncito, leyendo miradas felinas y sin saber que dicen. Dando vueltas entre sus patitas como un juguete. Y les miras a los ojos buceando en busca de algo que te ayude a saber cuando va a terminar el juego. Pero nada. Disfrutan jugando contigo, cómo no. Es lo que nos toca. Pobres ratoncitos.